La ortografía de las redes sociales en la mira de los lingüistas

Lingüistas aseguran que el fin del buen escribir en las aplicaciones de mensajería puede penetrar otros escenarios de la vida diaria.
 Redes SocialesEscribir hoy en día es una acción recurrente en el uso de aplicaciones, nuevas tecnologías e internet y podría plantearse dependiendo del contexto y del tipo de ejercicio que se haga, por ejemplo, en un chat o en Twitter.

Para el profesor Daniel Cassany, docente español y referente internacional de lingüística, esta es una dinámica que depende también del tipo de programa que se utilice para escribir.

El experto participa en el “XXVIII Congreso Nacional de Lingüística, Semiótica y Literatura y II Congreso Internacional de Lingüística”, organizado por la Universidad Nacional en el marco de los 30 años del Departamento de Lingüística.

El investigador pone de ejemplo las conversaciones hechas en plataformas de chat como WhatsApp o Facebook, en las que no existe ortografía para las palabras y estas pueden combinarse con abreviaciones para darse a entender. Por ejemplo, en lugar de escribir “por qué” o “porque” se escribe “pq” o «xq».

En este caso, se podría hablar del fin de una lengua estándar y de la ausencia de reglamentación del buen escribir, fenómenos que pueden generar que los errores ortográficos se conviertan en constantes en otro tipo de espacios.

No obstante, hay ejemplos de autores que no ven con ojos negativos esta forma de expresarse a través de mensajes escritos. El profesor Cassany toma como modelo el libro Txtng, the Gr8 Deb8, de David Crystal, en el que se plantea un “reciclaje” de formas de escritura antiquísimas, poniendo como ejemplo a los griegos, quienes utilizaban abreviaturas.

También hay otros trabajos como el de las investigadoras Clare Wood y Beverly Plester, mencionadas por el investigador, quienes demostraron que el uso de dispositivos móviles por parte de niños y jóvenes, durante 3 o 4 años, mejora su lectura, ortografía y vocabulario e incrementa la práctica de la escritura.

Sin embargo, hay que tener cuidado, pues no todos los programas en red admiten formas originales de escribir.

“Esto ocurre, por ejemplo, en Twitter, donde te lee todo el mundo y un error de ortografía sería imperdonable, tus seguidores te lo recriminarían. No sucede como en Facebook, donde tú escoges quién puede ver tus publicaciones”, señaló el investigador español.

Tomado de: El Espectador Whatsapp en el ojo del huracán. Vea también: Juez brasileño decidió bloquear Whatsapp

210 candidatos inscritos para el Nobel de Literatura 2014

Un total de 210 escritores, 36 de los cuales nunca habían sido nominados, fueron postulados para recibir el Premio Nobel de Literatura 2014, cifra que se reducirá a la mitad en dos meses, cuando la Academia Sueca culmine el proceso de preselección.

Premio Nobel de LiteraturaLa lista del año pasado [2013] incluía a 195 aspirantes, de los que salió la ganadora del premio, la canadiense Alice Munro, galardonada por su condición de “maestra del relato corto contemporáneo”, informa Efe. La Academia Sueca envía cada año en septiembre entre 600 y 700 cartas a personas e instituciones cualificadas para proponer candidatos al premio.

Entre quienes pueden nominar a candidatos figuran los miembros de la Academia Sueca o de otras organizaciones similares, profesores de Literatura y Lingüística de universidades, anteriores premiados y presidentes de sociedades de autores representativas en sus países. El Comité del Nobel de Literatura tiene ahora dos meses para recortar a la mitad el número de aspirantes, que tras pasar varias cribas quedarán reducidos a los cinco finalistas. De ellos saldrá el ganador, que cada año se suele anunciar, como ocurre con el resto de los prestigiosos premios Nobel, a principios de octubre.

Errores de los padres al enseñar a sus hijos a leer

¿Cuál es la causa por la cual muchos niños no sienten deseo de leer? Respuesta: Estudios indican que buena parte de la culpa puede estar en la televisión y en los videojuegos.

A continuación transcribimos un trabajo presentado por el periódico ABC.

«Haced lo que queráis, porque de todas maneras lo haréis mal», decía Sigmund Freud a las madres. Quizá fuera demasiado extremo, pero lo cierto es que con toda la buena voluntad del mundo, a veces los padres se equivocan. Todos querrían ver a sus hijos devorando libros y disfrutando al leer mientras aprenden sobre mil y un asuntos, pero en su empeño por fomentar la lectura, el tiro les sale por la culata. ¿Qué falla?

No «hay que leer». Ya lo decía el escritor francés y profesor de literatura Daniel Pennac en el ensayo «Como una novela» con el que lleva abriendo la mente a muchos padres y educadores desde hace 20 años: el verbo leer, como el amar o el soñar, «no soporta el imperativo». Leer es un derecho, no un deber. Es inútil obligar a leer y además resulta contraproducente porque no se transmite una afición por la fuerza.

Ayudar a los hijos a leer

No se contagia un «virus» que no se tiene. Si los padres no leen o sus hijos no les ven leer, difícilmente podrán convencerles de que se lo van a pasar bien leyendo. Las personas a las que les gusta leer normalmente han tenido algún familiar que les ha transmitido la pasión por los libros. La falta de tiempo no es excusa porque cuando algo realmente se quiere, se busca el tiempo, insiste Pennac.

La lectura, no siempre en soledad. Leer a un niño «es una práctica fundamental, tal vez la más importante y eficaz sobre todo con los niños que tienen dificultades para leer y les cuesta un gran esfuerzo», señala el maestro, licenciado en Historia y logopeda Pablo Pascual Sorribas. Al escuchar a sus padres, comprenden mejor el mensaje y disfrutan con la historia.

¿…y por qué en silencio? «¡Extraña desaparición la de la lectura en voz alta. ¿Qué habría pensado de esto Dostoievski? ¿Y Flaubert? ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la boca antes de clavárnoslas en la cabeza? ¿Ya no hay oído? ¿Ya no hay música? ¿Ya no hay saliva? ¿Las palabras ya no tienen sabor? ¡Y qué más! ¿Acaso Flaubert no se gritó su Bovary hasta reventarse los tímpanos? ¿Acaso no es el más indicado para saber que la comprensión del texto pasa por el sonido de las palabras de donde sacan todo su sentido?», escribía Pennac.

No al constante «¿qué has leído?». Examinar a los niños de cada capítulo o cada libro convierte un placer en un examen, con la ansiedad que de ello se deriva. Conversar sobre un libro que se ha leído fomenta la lectura, siempre que el niño no se siente como en un banquillo. Es el «derecho a callarse» de todo lector, porque ¿a quién no le molesta que le pregunten qué ha entendido?

No a los clásicos por obligación. La escritora Ángeles Caso describía en el artículo «Lectores del siglo XXI» cómo se enamoró de la literatura: «No recuerdo que mi padre me negase nunca un libro. Ni por bueno ni por malo, ni por demasiado sencillo ni por demasiado complicado, ni por moral ni por inmoral. En mi casa leíamos con la misma fruición los «Cuentos del conde Lucanor» y las historietas de Tintín, el «Poema del Cid» y las trastadas de Guillermo Brown…». Y añadía: «Si alguna vez le devolví un libro sin terminarlo, lo recogió con la misma sonrisa con que me lo había entregado, sin hacerme sentir culpable o tonta por mi desinterés». Los padres pueden alentar y estimular, pero los lectores tienen derecho a elegir.

No al «hasta que no lo acabes, no hay televisión». La televisión se convierte así en un premio y la lectura en un trabajo, en el peaje necesario hasta la tele, una contradicción. Y puede ser la tele, o la consola…

Miguel de Cervantes decía: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». No pongamos zancadillas.

Los diez derechos del lector

El escritor y profesor francés Daniel Pennac recoge en «Como una novela» (Anagrama) el decálogo de los derechos del lector:

El derecho de no leer un libro.

El derecho de saltar las páginas.

El derecho de no terminar un libro.

El derecho de releer.

El derecho de leer lo que sea.

El derecho al Bovaryismo (enfermedad textual transmisible).

El derecho de leer donde sea.

El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.

El derecho de leer en voz alta.

El derecho de callarse.

Tomado de:

http://www.abc.es/20120526/familia-padres-hijos/abci-errores-padres-afan-hijos-201205251438.html

La biblioteca y el futuro digital

Este reportaje es un maravilloso trabajo de investigación que trata sobre el futuro de la biblioteca tradicional. Exposición de Robert Darnton de la Universidad de Harvard.

La literatura hispanoamericana y su importancia histórica, social, política y cultural

La literatura hispanoamericana corresponde a la literatura de los pueblos de habla hispana de Norteamérica, Sudamérica, Centroamérica y el Caribe, escrita en lengua española, sobre todo la publicada desde los años posteriores a la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad.

Centenarios de la literatura hispanoamericana | UNIBA

Foto: https://www.unibarcelona.com

La literatura hispanoamericana es una rica fuente de conocimiento histórico y cultural. Los autores de nuestro continente han dejado plasmadas en sus obras experiencias y reflexiones que nos permiten conocer las distintas realidades que han vivido nuestros pueblos a lo largo del tiempo. Desde los relatos de la conquista y la colonización hasta las problemáticas sociales actuales, podemos encontrar en la literatura una valiosa herramienta para comprender la evolución histórica de nuestra región.

Además, la literatura hispanoamericana ha tenido un importante papel en la definición de nuestra identidad cultural, reconociéndonos como parte de un legado común que va más allá de las fronteras políticas. Por estas razones y muchas más, la literatura hispanoamericana debe ser valorada como una pieza clave de nuestro patrimonio cultural.

Cuanto a la importancia de la literatura hispanoamericana, esta no se limita a su valor histórico y cultural, sino que también ha tenido un impacto significativo en la literatura mundial. Los autores latinoamericanos, como Gabriel García Márquez, Laura Esquivel y Octavio Paz, han sido reconocidos con premios y honores internacionales por sus obras. Su estilo único y la perspectiva que brindan a través de sus escritos han enriquecido la literatura global y han inspirado a muchos escritores alrededor del mundo. 

La cronología de la literatura hispanoamericana está repleta de muchas referencias de importancia histórica. Desde los primeros escritos de los conquistadores españoles, pasando por el boom latinoamericano de los años 60 hasta la actualidad, la literatura hispanoamericana ha sido una fuente de expresión y resistencia frente a las injusticias sociales y políticas de la región. Los escritores han utilizado sus obras para denunciar las violaciones a los derechos humanos, la opresión y la marginalización de ciertos grupos sociales.

Esto ha hecho que la literatura hispanoamericana sea no solo un reflejo de la historia, ¡sino también una herramienta para cambiarla! Con la literatura como nuestro aliado, podemos aprender, crecer y unirnos a través de las páginas.

¿Cómo se destacan los escritores hispanoamericanos? La literatura hispanoamericana se destaca por su diversidad temática y estilística, su capacidad para retratar la realidad cotidiana y sus perspectivas únicas sobre la existencia humana. Los escritores hispanoamericanos a menudo utilizan el «realismo mágico», una técnica literaria que combina elementos fantásticos con la realidad, para crear un mundo literario que refleje los matices culturales de la región. Además, los escritores hispanoamericanos tienen una literatura que tiene su propia voz y refleja las preocupaciones específicas de la sociedad y la política latinoamericana.

Cuanto a los años de más relevancia en la literatura hispánica, podemos ver que algunos de los años con mayor influencia corresponde a la década de 1920, conocida como la «Generación del 27», y la década de 1960, que se caracterizó por el surgimiento del «Boom Latinoamericano». Estos períodos vieron el surgimiento de escritores icónicos como Federico García Lorca, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y muchos otros. La literatura hispanoamericana ha seguido floreciendo desde entonces, produciendo obras de gran importancia y reconocimiento a nivel internacional.

Resumiendo el aspecto histórico, político, social y cultural de la literatura hispanoamericana: la literatura hispanoamericana es una pieza fundamental de nuestra historia cultural que merece ser estudiada, disfrutada y compartida con el mundo entero. La literatura hispanoamericana es una herramienta importante, no solo para entender la historia latinoamericana y mundial, sino también para cambiarla.

La diversidad temática, estilística y capacidad de retratar la realidad cotidiana muestra que los escritores hispanoamericanos tienen una literatura propia, única e incontestable; una literatura que tiene su propia voz y que refleja las preocupaciones específicas de la sociedad y la política latinoamericana. La literatura hispanoamericana es, por lo tanto, un tesoro que debe ser apreciado y compartido para que su legado continúe influenciándonos y enriqueciéndonos.

https://espanolaldia.wordpress.com/2013/06/11/escritores-latinoamericanos/

Orígenes

Surge con la llegada, a finales del siglo XIX, del modernismo de José Martí, Rubén Darío y José Asunción Silva. Apartándose de un canon literario específicamente europeo, la literatura hispanoamericana encuentra sus señas de identidad en el periodo colonial y en el Romanticismo, cuando, a principios del siglo XIX, se independizan las distintas repúblicas hispanoamericanas, proceso que termina finalmente en 1898, con la pérdida, por parte de España, de sus colonias insulares de Cuba y Puerto Rico, en América, y Filipinas, en el Asia.

Literatura hispanoamericana del XX - GNOSS - Didactalia: material educativo

Algunos de los máximos exponentes de la literatura hispanoamericana. (Foto: https://www.bing.com)

Es habitual considerar que el momento de mayor auge de la literatura hispanoamericana surge con el denominado boom, a partir de 1940, y que se corresponde con la denominada literatura del realismo mágico o real-maravillosa. Al respecto, José Donoso ofrece una clara explicación del fenómeno en su obra autobiográfica Historia personal del Boom.

Entre los escritores fundamentales de la primera etapa de este movimiento se encuentran, fuera de los ya mencionados, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Horacio Quiroga, Manuel Puig, Juan Carlos Onetti, Pablo Neruda, César Vallejo, Ciro Alegría, José Carlos Mariátegui, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, José Vasconcelos Calderón, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Augusto Roa Bastos, Miguel Ángel Asturias y Juan Rulfo.

Definición de literatura hispanoamericana

Cualquier reflexión sobre la literatura hispanoamericana establece de inmediato una doble característica aparentemente contradictoria: la unidad y la diversidad. La unidad de las letras hispanoamericanas viene dictada por la comunidad del idioma, por el hecho radical de compartir el español como lengua común. En cuanto a la diversidad, puede decirse que es una de las consecuencias históricas de la formación de las nacionalidades en América.

De ahí que en el contexto latinoamericano la clasificación literaria por grupos nacionales pierda de vista las afinidades entre movimientos, la confluencia de estilos, la idéntica preocupación por una temática, la unidad. En suma, de un hecho literario que se expresa en una misma lengua con una portentosa gama de peculiaridades regionales

La exposición, sin embargo, obliga a mantener un orden, pero éste, por su mismo carácter convencional, no implica, al menos en este caso, jerarquización alguna. Cabe anotar que la denominación de literatura hispanoamericana se concentra en la literatura producida en lengua española, a diferencia de la iberoamericana que, además de incluir la producción europea, reconoce el aporte peninsular (portugués y español) en la conformación de estas literaturas.

Los estudios literarios coloniales

En la búsqueda de nuevas formas de afrontar el referente literario, se plantearon diversos abordajes, a través de estudios de disciplinas afines. Un caso que ilustra este problema son los estudios literarios coloniales. Walter Mignolo analiza esta problemática en su artículo La lengua, la letra, el territorio (o la crisis de los estudios literarios coloniales). Parte de la problemática de configurar un corpus de obras de estudio y de definir los parámetros que se usarían para hacer la selección.

Tal problema se inicia con la perspectiva de críticos anteriores, como Enrique Anderson Imbert, que afirma que la literatura en América solo la conforman aquellos textos que hacen «uso expresivo de la lengua española en América». Descarta las producciones en lenguas indígenas, los escritores hispanoamericanos que escribieron en latín como Rafael Landívar, en francés como Jules Supervielle o César Moro, o en inglés como Guillermo Enrique Hudson.

Por el contrario, la complejidad idiomática de las colonias y las confrontaciones de culturas basadas en la oralidad y en la escritura hacen del período colonial un contexto ideal para estudiar tanto las culturas y variables idiomáticas como el espectro de interacciones discursivas.

La crisis aludida en el título se entiende como el reconocimiento, por parte de los investigadores, «de que la relevancia de la circulación de discursos en el Nuevo Mundo y entre el Nuevo Mundo y Europa para la comprensión del periodo va más allá de lo escrito (puesto que importan las tradiciones orales y las escrituras no alfabéticas) y de lo escrito en castellano por hispanos» (Mignolo, 4).

En esta revisión de los estudios coloniales se ven cuatro proyecciones que contribuyen a examinar la imagen heredada de la literatura colonial. La primera comienza antes de 1980. Se refiere a los estudios de neolatín y los estudios de la literatura náhuatl, en la época del México colonial. La segunda proyección es un esfuerzo por justificar la atribución de propiedades estéticas o culturales a un conjunto de textos, que nos resulta hoy obvia, aunque no sus rasgos literarios. A la vez, es un esfuerzo por ahondar en el origen de la literatura latinoamericana en el siglo XVI, con estudios como el de Enrique Pupo-Walker, que se esfuerza por encontrar las propiedades literarias en los escritos del Inca Garcilaso de la Vega y conjugar lo imaginario y lo retórico con lo literario en el pensamiento histórico, estudiando el uso de técnicas narrativas en discursos historiográficos.

También hay que mencionar los trabajos de Noé Jitrik sobre Colón y de Beatriz Pastor en sus estudios del discurso narrativo. Estas investigaciones tienen dos elementos en común, que son el crear un espacio crítico sobre la naturaleza de lo literario y lo hispanoamericano, y proyectar las técnicas del análisis literario hacia el análisis de discursos no-literarios.

La tercera proyección u orientación a que se refiere Mignoloes es el interés en buscar las constantes más que la especificidad de un discurso y, por otro lado, las normas retóricas que regían la producción literaria y la lectura de discursos entre los siglos XVI y XVII. Finalmente, la cuarta orientación se centra en la interacción entre las fronteras idiomáticas y el discurso hegemónico. Tanto la descripción como la puesta en escena del discurso requieren un “contexto de descripción” cuya configuración no la elabora la Historia, sino que la postula el investigador, como medio de adentrarse en esa compleja cultura de las lenguas precolombinas.

Estos ejemplos nos muestran el desplazamiento del área de estudios de la literatura hispanoamericana hacia el discurso de la colonia. También nos invitan a examinar los límites de la noción de literatura hispanoamericana, y nos exigen una revisión de la noción de “literatura” y de lo “hispanoamericano”.

Literatura argentina

  • Jorge Luis Borges (1899). Alcanzó la fama internacional con el “boom” de los años sesenta. Es un escritor que estuvo ligado, ya en los años 20, a los movimientos vanguardistas del momento. Su reconocido magisterio entre tantos escritores latinoamericanos contemporáneos no debe hacer olvidar su obra anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque en parte se haya revalorizado tras el “boom”, ni el medio literario del que surge.

Borges se inicia como poeta con Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929) y se revela al mismo tiempo como extraordinario ensayista en Inquisiciones (1925) y Evaristo Carriego (1930) Posteriormente se convierte en uno de los grandes escritores latinoamericanos con Historia universal de la infamia (1935), El jardín de senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El Aleph (1952), El hacedor (1960) y El informe de Brodie (1970), a los que hay que sumar los volúmenes de ensayos Historia de la eternidad (1936) y Otras inquisiciones (1952).

Con respecto al medio en que aparece Borges, es importante consignar los nombres de:

  • Macedonio Fernández (1874-1952), Museo de la novela de la Eterna (1967).
  • Leopoldo Marechal (1900–1970). De la misma generación que Borges, Adán Buenosayres (1948), novela y Oliverio Girondo (1891–1967), Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922).
  • Leónidas Barletta. Uno de los principales exponentes del Grupo Boedo, con una estética menos vanguardista y más ligada a las cuestiones sociales, junto a otros escritores agrupados en la revista Martín Fierro y que integraron el Grupo Florida.
  • Ricardo Güiraldes (1886–1927). Con Don Segundo Sombra (1926), corona la novela de la tierra en Argentina y que recoge con fidelidad el ambiente crítico y desesperado de la época.
  • Roberto Arlt (1900–1942). Autor de novelas como El juguete rabioso (1927), Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931), en las que el habla porteña adquiere una categoría expresiva novedosa y literariamente original.
  • Enrique Amorim (1900–1960). Uruguayo integrado en la literatura argentina, se caracteriza por sus obras de tema rural, El paisano Aguilar (1934), El caballo y su sombra (1941).
  • Nicolás Olivari (1900-1966). Poeta tremendista y atormentado, aporta en este período los volúmenes de poesía La musa de la mala pata (1936), Diez poemas sin poesía (1938), Poemas rezagados (1946) y los libros de relatos La mosca verde (1933) y El hombre de la navaja y de la puñalada (1933).
  • Raúl González Tuñón (1905–1974). Combina tanto la estética de Boedo como la de Florida. Se destaca como poeta en El violín del diablo (1926), La calle del agujero en la media (1930), La rosa blindada (1936) y La muerte en Madrid (1939).
  • Fernando Guibert (1912-1983). El poeta llamado «acosador del lenguaje». Logra romper con las fórmulas de la lengua, abriendo nuevos niveles de percepción poética con Poeta al pie de Buenos Aires (1953) y su poema cosmogónico Ahora Vamos (1983).

La tradición fantástica que inaugura Borges tiene especial influencia en narradores como:

  • Adolfo Bioy Casares (1914) y Silvina Ocampo (1905). Tras la novela La invención de Morel (1940), Bioy publica, dentro de la línea argentina borgiana, una serie excelente de cuentos que reunirá en 1972 en Historia fantástica.
  • Victoria Ocampo (1893–1979). Hermana mayor de Silvina, es una notable ensayista, Testimonios (1935, 1942, 1946), y desempeña un papel de gran importancia como editora al fundar en 1931 la revista Sur, que dará a conocer, entre otros, al propio Borges.
  • Manuel Mujica Láinez (1910–1984), con Bomarzo (1962).
  • Antonio di Benedetto (1922). Zama (1956), junto a los que cabe citar a un grupo de narradores dedicados, sobre la condición humana.
  • Eduardo Mallea (1903–1982). Mediante técnicas realistas, hace una angustiada indagación sobre la condición humana: La bahía del silencio (1940), Todo verdor perecerá (1941), Rodeada está de sueño (1943).
  • Ernesto Sabato (1911). Novelista que adquirió renombre en los años sesenta, pese a no ser uno de los protagonistas del “boom”. Su trilogía El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974) constituye un ejemplo de novela total y es una de las muestras más sólidas de la narrativa argentina contemporánea.
  • Julio Cortázar (1914–1984). Es, junto con Borges y Sabato, uno de los escritores de mayor renombre de la literatura hispanoamericana. En su narrativa, confluyen tanto la herencia de Borges, Marechal y Macedonio Fernández como la de una tradición europea en la línea de la literatura fantástica surrealista. Sus mejores cuentos se encuentran en los volúmenes Bestiario (1951), Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959), mientras que su novela central, que ha gozado de una enorme influencia entre los jóvenes narradores hispanoamericanos, es Rayuela (1963). Entre estos, y en el ámbito argentino, han sobresalido Juan José Saer (1938), El limonero real y Manuel Puig (1932), La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969).

Literatura boliviana

El boliviano Alcides Arguedas (1879–1946) es autor de una de las obras fundacionales de la novelística hispanoamericana contemporánea: Raza de bronce (1919), novela que constituye un documento esencial sobre el indigenismo. La narrativa boliviana se centra en los años treinta en la dramática guerra del Chaco, tratada por Augusto Céspedes (1904) en el volumen de relatos Sangre de mestizos (1936). Otro gran escritor es Adolfo Costa du Rels (1891), cuyas novelas, Tierras hechizadas (1931), El embrujo del oro (1942), Los Andes no creen en Dios (1937), describen el mundo de los mineros del estaño.

Cabe destacar la influyente figura de Jaime Sáenz que marcó el devenir literario boliviano de los últimos decenios del siglo XX. Además de la importante aportación de Marcelo Quiroga Santa Cruz a la narrativa contemporánea en Bolivia.

Tras el llamado «Boom Latinoamericano» surge en Bolivia una nueva generación de narradores cuyos principales representantes son: Ramón Rocha Monroy, Juan Claudio Lechín, Gary Daher Canedo, Víctor Montoya, Edmundo Paz Soldán, Gonzalo Lema, Wolfango Montes Vanucci, Giovanna Rivero, Homero Carvalho, Claudia Peña, Eduardo Scott, Manuel Vargas, entre otros.

Literatura colombiana

La Época de la Colonia o Época Hispánica estuvo influenciada culturalmente por lo religioso. Para aquel entonces, mediados del Siglo XVI, se empezaban a establecer los primeros asentamientos urbanos, alrededor de las instituciones gubernamentales españolas. El capital económico, político y cultural era propiedad de una pequeña élite, por lo cual la creación de textos literarios provenía en exclusiva de las clases altas.

Los intelectuales españoles y criollos se enfrentaron a un nuevo mundo listo para ser retratado, por eso las primeras manifestaciones literarias sirven mayormente como crónicas, donde se da cuenta de las tradiciones, los qué haceres cotidianos y los hechos heroicos del nuevo continente.

Se destacan:

  • Juan de Castellanos (Sevilla, 1522 – Tunja, 1607). Sacerdote español, residente en Tunja por más de cuarenta años, autor del más extenso poema jamás escrito en lengua española, las Elegías de Varones Ilustres de Indias.
  • Juan Rodríguez Freyle. (Bogotá, 1566 – 1642). Autor de la monumental obra crónica ‘‘El Carnero ‘‘. De familia acomodada, hizo estudios en el seminario, pero no se recibió como sacerdote. Hizo parte de las guerras de pacificación indígena. En la etapa final de su vida se dedicó a la agricultura.
  • Hernando Domínguez Camargo (Bogotá, 1606 – Tunja, 1659). Sacerdote jesuita y escritor. Influenciado notablemente por el gran poeta barroco Luis de Góngora y Argote, haría parte del llamado Barroco de Indias, en donde también se ubica a Sor Juana Inés de la Cruz. Sus obras más reconocidas son su relato épico Poema heroico de San Ignacio de Loyola (1966) y Ramillete de varias flores poéticas (1967).
  • Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla (Bogotá, 1647 – Madrid, 1708). Era hijo de un oidor neogranadino y de la hija de un oidor de Quito. Desde muy temprano recibió formación religiosa y ejerció la vida política. Su obra fue recogida en el libro Rhytmica Sacra, Moral y Laudatiria. Se destaca su poema Vuelve a su quinta, ah friso, solo y viudo, en donde relata el triste reencuentro del hombre viudo con su hogar y cómo la ausencia de su amada transforma el ambiente para el que llega y para los que están.
  • Francisca Josefa del Castillo (Tunja, 1671 – 1742). Religiosa tunjana, reconocida como una de las autoras místicas más destacadas de América Latina, llegando a ser comparada con sor Juana Inés de la Cruz.
  • Gabriel García Márquez. Principal exponente de la literatura colombiana. Considerado el padre del movimiento literario realismo mágico, García Márquez es bien conocido por su técnica narrativa de mezclar de forma perfecta sucesos de la cotidianidad con elementos de fantasía. Bien conocido por su obra Cien años de soledad, novela que narra la historia de la familia Buendía y de la fundación del pueblo de «Macondo» y que contiene temáticas como la fatalidad, el amor y la muerte. García Márquez, siendo un promotor de la revolución cubana y del régimen de Fidel Castro, crítico arduamente el sistema político dictatorial en América Latina y del régimen conservador en Colombia. Esta crítica se puede evidenciar en su segunda obra más importante, El otoño del patriarca, novela que además muestra un rasgo bastante innovador en la literatura que es el uso de muy poca puntuación. Otras obras que destacan a García Márquez son Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, La Hojarasca y El general en su laberinto. Recibió el Premio nobel de literatura en 1982.

Literatura guatemalteca

El guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899 – 1974) es otra de las grandes figuras de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Poeta en sus inicios, escribe en 1925, Rayitos de estrellas, obra a la que le siguen Sonetos (1936), Sien de alondra (1949) y Ejercicios poéticos en forma de soneto sobre temas de Horacio (1951). Pero es en el campo novelístico donde Asturias se muestra como un innovador original, abandonando determinismos de tipo naturalista y concibiendo una novela de la tierra insertada en una estructura novelesca muy actualizada.

El Señor Presidente, traducida a varios idiomas, es su primera obra narrativa (iniciada en 1922, no verá la luz hasta 1946). Otras novelas relevantes de Asturias son Hombres de maíz (1949) y la trilogía formada por Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1955), que constituye un alegato contra los abusos de las compañías bananeras estadounidenses que operan en el Caribe. Asturias ha cultivado también el relato en Week end en Guatemala (1957), en el que trata de la caída de Jacobo Arbenz, así como en El Alhajadito (1961) y en Mulata de tal (1963).

Literatura nicaragüense

En Nicaragua, el enraizamiento de una vigorosa corriente vanguardista en los años veinte eleva el tono general de la poesía, filtrando la herencia modernista de Rubén Darío. Un poeta importante es Pablo Antonio Cuadra (1912), dinamizador de la revista Vanguardia desde 1928, y cuya obra, a partir de sus Canciones de pájaro y señora (1929 – 1931), se extiende hasta los años setenta con Poemas nicaragüenses (1930 – 1933), Canto temporal (1943), Himno de horas a los ojos de Nuestra Señora (1946 – 1954), Poemas con un crepúsculo a cuestas (1949 – 1956) y Cantos de Cifar (1971).

Ernesto Cardenal (1925). Sacerdote profundamente vinculado al sandinismo, es autor de una poesía inspirada en ideales revolucionarios, Hora cero (1956), Salmos (1964), Homenaje a los indios americanos (1970) y Canto Nacional.

Otro escritor ex-sandinista es Sergio Ramírez (1942) que ha escrito, entre otras, las novelas Castigo Divino (1988) o El cielo llora por mí (2008), novelas policíacas ambientadas en ciudades nicaragüenses ambas, y que, como todas sus producciones han recibido numerosos premios. Su novela más reconocida es Margarita está linda la mar, ficción muy entretejida con la historia de la india y en la que la ciudad de Leoncito tiene un llamado protagonismo.

Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 9 de diciembre de 1948). Es una de las más populares escritoras nicaragüenses. Entre sus obras destacan Línea de fuego y La mujer habitada, entre otras muchas. Comenzó a escribir poesía, siendo premiada por sus poemas en 1970. Se opuso a la dictadura del general Somoza. Esto le valió verse obligada a emprender el exilio rumbo a México y Costa Rica. Fue durante años refugiada política. Destaca como autora de poesía y de novela. Primero con obras poéticas como Línea de Fuego, Truenos y Arco Iris y De la costilla de Eva. Más tarde, en 1988, publicó una exitosa novela, titulada La mujer habitada. También escribió la novela «El Infinito en la palma de la mano» la cual fue premiada en el 2008 con el Premio Biblioteca Breve de Novela.

Literatura salvadoreña

En El Salvador, el escaso desarrollo de la novela no ha impedido la existencia de dos sólidos cuentistas: Salvador Salazar Arrué (1899 – 1976), El señor de la burbuja (1923), Cuentos de barro (1933), y Álvaro Menéndez Leal (1930), que ha publicado entre otros, Cuentos breves y maravillosos (1963), Una cuerda de nylon y oro y otros cuentos breves y maravillosos (1970)y Revolución en el país que edificó un castillo de hadas (1971).

Literatura dominicana

En la literatura dominicana sobresalen nombres como Salomé Ureña de Enríquez, José Joaquín Pérez, Angulo Guridi, poetas siglo XIX; en el siglo XX, destacan Fabio Fiallo, Otilio Vigil Diaz, Domingo Moreno Jimenes, Pedro Mir, Aida Cartagena Portalatin, Manuel Del Cabral Tomas H. Franco, Franklin Mieses Burgos, como poetas, Juan Bosch (cuentista) Pedro Henríquez Ureña y Joaquín Balaguer (Ensayistas); en la novela sobresalen Manuel de Jesús Galvan, Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, entre otros.

Literatura hondureña

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, destacan escritores como Froylán Turcios (1875-1943) y el poeta modernista, Juan Ramón Molina (1875-1908). Historiador de reconocida trayectoria continental resulta ser don Rafael Heliodoro Valle (1891-1959). Con la novela Prisión Verde, ambientada en los campos bananeros de la costa norte del país y escrita por el novelista Ramón Amaya Amador (1916-1966), se inaugura en Honduras la literatura del realismo social. A partir de los años 60’s y 70’s, los poetas Óscar Acosta (1933) (premio Casa de las Américas), Rigoberto Paredes (1948), José Adán Castelar (1941) y José Luis Quesada (1948), junto a narradores como Julio Escoto, Eduardo Bähr-libro, «El cuento de la guerra»– y Ernesto Bondy Reyes (1947)-libro, «La mujer fea y el restaurador de obras», entre otras y otros literatos de cierta importancia que no se mencionan aquí.

  • Helen Umaña. Es una de las pocas escritoras hondureñas que ha enfocado su labor literaria hacia el ensayo y la crítica literaria, aparte de la historiadora Leticia de Oyuela, quien ha escrito ensayos sobre pintura y publicado diferentes libros sobre la historia de Honduras. De los autores del presente, se puede hablar de nuevos valores en la poesía, como César Indiano con su libro Azul maligno, aunque él practica más el género narrativo con mejor suceso.
  • Roberto Quesada. Novelista y cuentista. Es una de las tres figuras más descollantes de la literatura hondureña actual, del cual podemos destacar su novela Los barcos, junto a otros jóvenes escritores más que, al igual que Quesada, se abren paso en Estados Unidos y Europa respectivamente. entre ellos se encuentra la poeta y editora Amanda Castro, del mismo modo que no pasa inadvertido -por la ironía satírica de sus propuestas- el escritor y columnista de prensa, Armando García.

Literatura chilena

Del vanguardismo a la novelística de José Donoso

Dos grandes poetas de la literatura hispanoamericana aparecen en Chile, afirmándose en el momento en que cede el creacionismo de Vicente Huidobro (1893 – 1948). Estos poetas son Gabriela Mistral (1889 – 1957) y Pablo Neruda (1904 – 1973), ambos Premio Nóbel de Literatura en 1945 y 1971, respectivamente.

La obra poética de Gabriela Mistral, Desolación (1922), Ternura (1925), Lagar (1954), está hecha de fuerza y de pasión, y a pesar de su descuidada forma es poseedora, en su canto al amor y a su Chile natal, de un alto lirismo.

  • Pablo Neruda. Es uno de los grandes poetas de América Latina en el siglo XX. Su obra incorpora corrientes muy variadas y presenta una riquísima gama de matices líricos y épicos. Al neoromanticismo inicial de Crepusculario (1920 – 1923) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1923 – 1924), le sigue una hermética etapa expresionista y surrealista, Residencia en la tierra (1925 – 1931 y 1931 – 1935), superada por la épica de España en el corazón (1937) y Canto general (1950). La obra nerudiana culmina en los cinco volúmenes del Memorial de Isla Negra (1964). La poesía chilena tiene, asimismo, a un excelente poeta en Nicanor Parra (1914), con sus singulares “antipoemas”, Poemas y antipoemas (1954), Versos de salón (1962).
  • La narrativa chilena contemporánea tiene sus antecedentes en las novelas naturalistas de Eduardo Barrios (1882 – 1963) y Joaquín Edwards Bello (1886 – 1968), y prosigue a través de la línea realista de Manuel Rojas (1896 – 1973), cuyo eco social se halla también en Fernando Alegría (1918).
  • Carlos Droguett. Une al realismo una mayor preocupación por la forma, Eloy (1960).
  • Enrique Lafourcade (1927). Satiriza al régimen de Rafael Leónidas Trujillo en La fiesta del rey Acab (1959).
  • José Donoso (1924). La narrativa chilena alcanza su mayor brillantez, en obras tales como El lugar sin límites (1966) y El obsceno pájaro de la noche (1970), donde presenta el mundo degradado de la alta burguesía de su país. El gran poder de fabulación de Donoso se muestra, asimismo, en una novela posterior de largo alcance: Casa de campo (1978). Entre los narradores posteriores a José Donoso merece ser citado Jorge Edwards (1931), El peso de la noche (1965), Las máscaras (1967).

Siglo XXI

Roberto Bolaño es el último gran escritor. Su obra póstuma 2666 dice ser la culminación de su estilo literario que se mezcla con la crónica. No obstante, existen muchos otros escritores que merecen una mención por su aporte a las letras chilenas. Podemos citar las novelas de Roberto Ampuero, que en su mayoría son de tipo policial, con el detective cubano Cayetano Brulé como protagonista. Otro novelista muy cotizado es Jorge Marchant Lazcano, que hace una feliz combinación de lo histórico con lo costumbrista. Pero si de espías y acción se trata, Sebastián Edwards lo hace bastante bien en su primera intentona literaria. Su novela El misterio de las Tanias resultó ser un éxito de ventas.

Para el que quiera conocer un poco más sobre el norte de Chile y la vida de los mineros, la solución está en leer a Hernán Rivera Letelier. Este autor no solamente es un gran conocedor de aquel entorno, sino que sabe retratarlo con suma nitidez, en una prosa que entretiene e ilustra. Marcela Serrano es la creadora de una literatura de sesgo más bien feminista, con algunos tintes policiales, como en «Nuestra señora de la Soledad». En poesía destacan Juan Cameron y Juan Antonio Huesbe, ambos poseedores de una lírica muy potente y con un cierto dejo de protesta.

Literatura ecuatoriana

La mayor contribución del Ecuador a la poesía hispanoamericana contemporánea se da a través de la obra de Jorge Carrera Andrade (1902), cuya mejor lírica, que a menudo acoge un tono impresionista, está presente en El estanque inefable (1922), El tiempo manual (1935), Biografía para uso de los pájaros (1937), Registro del mundo (1940), Hombre planetario (1959) y Poesía última (1968).

En los años treinta, la narrativa ecuatoriana atravesó una fase de espléndida creación gracias a la obra del Grupo de Guayaquil, que se caracteriza por su inquietud social, cabe destacar entre otros a los escritores Joaquín Gallegos Lara (1911–1947), Enrique Gil Gilbert (1912–1973) y José de la Cuadra (1903–1941), este último autor de varios volúmenes de cuentos, Repisas (1931), Horno (1932), Guásinton (1938) y de la novela Los sangurimas (1934).

Pero el escritor más célebre de esta época es Jorge Icaza (1906), cuya obra se encuadra en la narrativa indigenista. Su novela Huasipungo (1934), que trata de la explotación a que el blanco somete al indio, es mundialmente conocida. Una temática indigenista es la que inspira igualmente las novelas Huairapamuchcas (1948) y Seis veces la muerte (1953).

La narrativa posterior sigue bajo la influencia de Jorge Icaza y el Grupo de Guayaquil. Más allá de esta influencia cabe citar a Adalberto Ortiz (1914), quien describe los problemas del negro y del mestizo en Juyungo. Historia de un negro (1943), La mala espalda (1952) y El espejo y la ventana (1967), y a Pedro Jorge Vera (1915), autor de novelas, Los animales puros (1946) y cuentos, Luto eterno y otros relatos.

Literatura mexicana

Del período postrevolucionario a Carlos Fuentes

Hacia los años treinta del siglo XX, la novela de la revolución mexicana se halla en su auge. El primero en iniciar esta corriente narrativa había sido Mariano Azuela (1873 – 1952), con una novela internacionalmente conocida y que constituye uno de los hitos de la literatura latinoamericana del siglo XX: Los de abajo (1915). Por medio de un crudo realismo, Azuela presentaba en esta novela una antítesis entre dos personajes, Demetrio Macías y Luis Cervantes, como representación de los ideales populares de la revolución, que mueren, al igual que el protagonista, y del pragmatismo oportunista que termina por adueñarse de la situación, tergiversando los propios fines revolucionarios.

El impacto de Los de abajo sólo puede ser comprendido si se atiende al hecho de que crea toda una modalidad narrativa, que perdurará hasta mediados del siglo XX. Una relación esquemática de la novelística de la Revolución mexicana debería incluir las siguientes obras: El águila y la serpiente (1928) y La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán; Apuntes de un lugareño (1932) y Desbandada (1934) de José Rubén Romero (1890 – 1952); ¡Vámonos con Pancho Villa! (1931) y Se llevaron el cañón para Buchimba (1934) de Rafael F. Muñoz; El resplandor (1937) de Mauricio Magdaleno y finalmente, la pentalogía Memorias de Pancho Villa, que redacta Martín Luis Guzmán entre 1938 y 1951. Por la misma época en que se desarrolla esta narrativa de la revolución, la poesía mexicana se orienta decididamente hacia el vanguardismo.

  • José Juan Tablada (1871 – 1945). Introduce los haikais tras un viaje al Japón e influenciado por Guillaume Apollinaire, compone poemas ideográficos. Sus libros constituyen un repertorio de formas hasta entonces desconocidas en la literatura de México: Al sol y bajo la luna (1918), Un día… (1919), Li Po y otros poemas (1920), El jarro de flores (1922), La feria (1928).
  • Manuel Maples Arce (1898). Publica, en 1922, Andamios interiores, que es como un manifiesto de la estética del estridentismo. La renovación poética toma como punto de referencia la revista Contemporáneos, que aglutina a poetas como José Gorostiza (1901 – 1973), Canciones para cantar en las barcas (1925), Muerte sin fin (1939) y Xavier Villaurrutia (1903 – 1950), Nostalgia de la muerte (1939), y otros.
  • Octavio Paz (1914). Se da a conocer como poeta en 1933 con Luna silvestre. Publica más tarde Entre la piedra y la flor (1941), A la orilla del mundo (1942), un libro de poemas en prosa, ¿Águila o sol? (1951), Semillas para un himno (1954) y La estación violenta (1958), libros que en 1960 reúne en Libertad bajo palabra. A este primer ciclo poético le siguen otros dos: Salamandra (1962) y Ladera este (1969). Tras dar a conocer dos textos de poesía óptica, Topoemas y Discos visuales (1968), Paz compila en un cuarto ciclo su última producción poética, Pasado en claro (1975).

En sus ensayos, Octavio Paz ejerce un magisterio que, sin duda, es el más influyente en la actual literatura mexicana. Los temas de que trata son múltiples: literarios: Las peras del olmo (1964), Cuadrivio (1965); históricos: Conjunciones y disyunciones (1969), La búsqueda del comienzo (1974); de moral, política, arte, etc.: Puertas al campo (1966), El mono gramático (1974), Los hijos del limo (1974); sin olvidar su ensayo sobre la esencia de lo mexicano: El laberinto de la soledad (1950). El conjunto de esta producción ha convertido a Octavio Paz en un fecundo ensayista de la literatura latinoamericana.

La lírica mexicana actual, muy influida por Paz, cuenta con nombres como los de Alí Chumacero (1918), Jaime García Terrés (1924) y Marco Antonio Montes de Oca (1932).

Hacia mediados del siglo XX surge, en el campo de la narrativa, una generación de transición entre los novelistas de la revolución y la generación joven de narradores contemporáneos. Dos nombres son fundamentales en este momento: Agustín Yáñez (1904 – 1980) y Juan Rulfo (1918). El primero con, Al filo del agua (1947), rebasa técnica y estilísticamente la novelística anterior, con lo que establece el punto de partida para la modernización del género. Posteriormente, Yáñez aporta dos nuevos títulos: La tierra pródiga (1960) y Las tierras flacas (1962).

Con tan sólo dos obras Juan Rulfo se consagra como maestro de la literatura latinoamericana contemporánea. En los relatos de El llano en llamas (1953) aparecen en las áridas tierras de Jalisco, donde «los muertos pesan más que los vivos». Con una lengua prodigiosa, parca y concisa, y desde un punto de vista impersonal, Rulfo hace desfilar en una sucesión de encuadres impresionistas, la acción es escasa, la realidad de unas gentes al borde de la desesperación. El clima de los relatos es de alucinación, pues no hay ropaje alguno que enmascare la miseria. En la novela Pedro Páramo (1955) utiliza idénticos procedimientos para contar una historia que está prendida por la fatalidad.

De la misma generación que Rulfo es Juan José Arreola (1918), autor de dos volúmenes de cuentos, Varia invención (1949) y Confabulario (1952), y de la novela La feria (1963). José Revueltas (1914 – 1976) aporta en este periodo sendas novelas, El luto humano (1943), Dormir en tierra (1960), que, en parte, delinean un puente hacia la nueva generación de narradores, encabezada por Carlos Fuentes (1929).

Con La región más transparente (1958), este autor inicia su exploración de la realidad mexicana que irá ampliando en sucesivas novelas, Las buenas conciencias (1959), La muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1967), hasta llegar a Terra nostra (1976), la más ambiciosa de sus obras. Entre los narradores más jóvenes que aparecen en el panorama mexicano después de Carlos Fuentes cabe señalar, entre otros, a Juan García Ponce, Tomás Mojarro, Vicente Leñero, Salvador Elizondo, Sergio Pitol y Fernando del Paso.

Entre los poetas, fuera de Paz, hay que destacar especialmente la independencia y popularidad de Jaime Sabines y la lírica de Rosario Castellanos.

Literatura paraguaya

En Paraguay, la personalidad de Augusto Roa Bastos (1917-2005) ocupa un lugar esencial. Sus relatos breves El trueno entre las hojas (1953), El baldío (1966) y Moriencia (1967) describen magistralmente distintos aspectos de la vida paraguaya. Como novelista, Roa se hace intérprete en Hijo de hombre (1960) de la opresión del pueblo paraguayo, mientras que en Yo el Supremo (1974) reconstruye la figura del doctor Francia, “Perpetuo Dictador del Paraguay”, en una meditación sobre el poder. Sólo por esta novela Roa ya se merecería figurar entre los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX.

Literatura peruana

Del indigenismo a Mario Vargas Llosa

Dos puntos de partida se ofrecen en la literatura peruana de antes de la Segunda Guerra Mundial. De un lado, la obra de uno de los grandes vanguardistas latinoamericanos, el extraordinario César Vallejo (1892–1938), Los heraldos negros, Trilce (1922), Poemas humanos (1939), España, aparta de mí este cáliz (1940). De otro, la dinamización impulsada por José Carlos Mariátegui (1895–1930) desde la revista Amauta (1926), que aglutina las tendencias literarias de vanguardia.

Mariátegui aporta, además, como ensayista, sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, siendo el primer escritor que incorpora el marxismo a su análisis de la realidad hispanoamericana. Rompiendo totalmente con el indigenismo paternalista de Clorinda Matto de Turner. Mariátegui avanzaba un indigenismo liberacionista que sería incorporado en el pensamiento de mucha de la izquierda latinoamericana.

La narrativa peruana se afirma en 1941 con la publicación de El mundo es ancho y ajeno , de Ciro Alegría (1909–1967), que consagra el indigenismo en la novela hispanoamericana. José María Arguedas (1911–1969) presenta una temática indigenista que se parta del tradicional paternalismo implícito en las novelas de este género. Para Arguedas, el indio es un ser moralmente superior a sus explotadores. Las principales obras de este autor son Los ríos profundos (1958), El sexto (1961) y Todas las sangres (1964); publicada póstumamente apareció en 1971 El zorro de arriba y el zorro de abajo.

Entre los novelistas que heredan las inquietudes e Arguedas, aunque centradas en un medio urbano, cabe mencionar a:

  • Julio Ramón Ribeyro (1929-1994). Relata con estilo irónico las pequeñas aventuras de personajes cotidianos en sus cuentos recopilados en La palabra del mudo.
  • Sebastián Salazar Bondy (1924–1965), Náufragos y sobrevivientes (1954), Dios en el cafetín (1964), además de autor de varias obras teatrales.
  • Osvaldo Reynoso (1932), El escarabajo y el hombre (1970), Carlos Eduardo Zabaleta (1926), Vestido de luto (1961), Niebla cerrada (1970).
  • Manuel Scorza (1929–1983). Incorpora la temática social andina en forma realista y mística a la vez en Balada: Redoble por Rancas (1970) e Historia de Garabombo, el invisible (1972).
  • Mario Vargas Llosa (1936). Es uno de los grandes novelistas de la literatura hispanoamericana y figura iniciadora del llamado «boom» latinoamericano. Si en el contexto peruano su obra, que se inicia La ciudad y los perros (1962), representa una superación de la temática del indigenismo, al tiempo que una apertura hacia nuevas formas de novelar, La Casa Verde (1966), Conversación en La Catedral (1969), en el contexto continental sus novelas suponen una aportación de primer orden. Aparte de las obras citadas, Vargas Llosa es autor de un magnífico relato Los cachorros (1966), así como de otras novelas: Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977) y La guerra del fin del mundo (1981), laureado con el Premio Nobel de Literatura en 2010.

En el momento de apertura en que se mueve la narrativa peruana, Enrique Congrains (1932), publica con anterioridad a Vargas Llosa, No una, sino muchas muertes (1957), obra de temática urbana. Alfredo Bryce Echenique (1939) describe el ambiente de la oligarquía limeña en Un mundo para Julius (1970). Otro gran exponente de la literatura peruana es Santiago Roncagliolo quien en el 2006 fue galardonado con el premio alfaguara por su obra Abril Rojo.

Literatura puertorriqueña

Hay una literatura puertorriqueña que podemos remontar a los orígenes mismos de la empresa de conquista y colonización. Por la isla ha habido los distintos momentos de movimientos literarios y no pocos momentos sus contribuciones a la literatura hispanoamericana han sido significativas como es caso de Eugenio María de Hostos y de Manuel Zeno Gandía con una extraordinaria novela naturalista La Charca.

En el siglo 20 la literatura puertorriqueña, bajo el signo de la influencia norteamericana en distintos aspectos ha logrado, pese a los intentos de americanización y anglicación de la enseñanza en producir una literatura valiosa en lengua castellana, variante de Puerto Rico. Movimientos de vanguardia los hubo como previamente tuvo sus modernistas.

En llegando el momento del «boom» latinoamericano dos escritores supieron trascender fronteras: Emilio Díaz Valcácel, con Figuraciones en el mes de marzo (finalista Biblioteca Breve) y Pedro Juan Soto, con El francotirador. Años más tarde, Luis Rafael Sánchez publicaría la exitosa Guaracha del macho Camacho e igualmente Rosario Ferré, novelista que incluso ha incursionado en el mercado de lectores norteamericano.

Literatura uruguaya

Onetti o la literatura de Uruguay
  • Es cierto que la gran figura de la actual literatura uruguaya es Juan Carlos Onetti, pero no menos cierto es que éste sería incomprensible sin un predecesor excepcional: Felisberto Hernández (1902–1964), genial cuentista que da expresión a los impulsos del inconsciente por medio de una estructura alógica en Fulano de tal (1925), Libro sin tapa (1929), La cara de Ana (1930) y La envenenada (1931) y posteriormente en Nadie encendía las lámparas (1947) y La casa inundada (1960).

El universo narrativo de Juan Carlos Onetti (1909), profundamente singular, se mueve entre el escepticismo y la falta de esperanza, como reflejo de una existencia cuyo sentido parece vacío de todo significado. Tras las tentativas de El pozo (1939), Tierra de nadie (1941) y Para esta noche (1942), Onetti crea un mundo original en La vida breve (1950), a la que seguirán Los adioses (1954), Para una tumba sin nombre (1959), La cara de la desgracia (1960), El astillero (1961), Tan triste como ella (1963), Juntacadáveres (1964) y Dejemos hablar al viento (1975).

  • Con posterioridad a Onetti, sobresale tanto en poesía como en la novela Mario Benedetti (1920), Montevideanos (1959), La tregua (1960), Gracias por el fuego (1965) y El cumpleaños de Juan Ángel (1971), novela versificada.
  • La generación más brillante de la literatura uruguaya es probablemente la llamada «del 900». En ella se destaca el gran poeta entre modernista, vanguardista, de tono barroco y gran poder y originalidad de imágenes, Julio Herrera y Reissig (1875-1910). Junto a él brilla también Delmira Agustini (1889-1914), una de las más destacadas representantes de la poesía femenina en América, y el dramaturgo Florencio Sánchez (1875-1910). El ensayista José Enrique Rodó, famoso en toda América por su ensayo «Ariel», el filósofo Carlos Vaz Ferreira, y los narradores Javier de Viana, Carlos Reyles, y Horacio Quiroga son otros integrantes de la misma generación.
  • Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1937), cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe. La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes de caza y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad, tras enterarse que padecía de cáncer gástrico.

El Uruguay ha dado además una larga línea de destacada poesía femenina. A la ya mencionada Delmira Agustini debe sumarse al menos María Eugenia Vaz Ferreira, Juana de Ibarbourou, Sara de Ibáñez, Idea Vilariño, Ida Vitale, Circe Maia, Amanda Berenguer y Marosa di Giorgio.

Literatura venezolana

La literatura de Venezuela después de doña Bárbara

El periodo de entreguerras se caracteriza en Venezuela por el intento de liquidación del modernismo academicista en poesía y por la aparición de tendencias vanguardistas agrupadas, desde 1936, en la revista Viernes. En esta llamada Generación de 1928, sobresale:

  • Miguel Otero Silva (1908). Se destaca con su obra poética, Agua y cauce (1937), 25 poemas (1942), La mar que es el morir (1962), Sinfonías tontas (1962), y narrativa, Fiebre (1939), Casas muertas (1955), Cuando quiero llorar no lloro (1970). Tienen importancia, asimismo,
  • Miguel Ángel Queremel (1899 – 1939). Inspirador de la revista Viernes, y Vicente Gerbasi (1913), que incorpora el surrealismo a su poesía: Vigilia del náufrago (1937), Bosque doliente (1940), Tres nocturnos (1946) y, posteriormente, Círculos del trueno (1953) y Por arte del sol (1958).
  • Rómulo Gallegos (1884 – 1969). La narrativa venezolana aporta en 1929 un título que, como La vorágine, constituye uno de los grandes hitos en la novelística latinoamericana del siglo XX. El título: Doña Bárbara. La acción de la novela se sitúa en los llanos venezolanos y en su contrapunto entre civilización y atraso, entre hombres y naturaleza, que en Gallegos no tiene el carácter ciego y devorador que le confiere Rivera en La vorágine, crea una nueva dimensión novelesca, que trasciende el costumbrismo decimonónico, con su intensidad simbólica y expresiva.
  • Teresa de la Parra (1898 – 1936). Con Ifigenia: diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (1924) y Las memorias de mamá Blanca (1929).
  • Arturo Úslar Pietri (1906). Es el más importante narrador de la actual literatura venezolana. Entre sus cuentos figuran los volúmenes Barrabás y otros relatos (1928), Red (1936), Treinta hombres y sus sombras (1949) y Pasos y pasajeros (1966). Uslar ha sido, además, un excelente cultivador de la novela histórica en Las lanzas coloradas (1930), y en El camino de El Dorado (1947).
  • Salvador Garmendia (1928). Escribe una obra extensa y renovadora, Los pequeños seres (1959), La mala vida (1968), Los pies de barro (1973), Memorias de Altagracia (1974); Adriano González León (1931) se ha destacado por su fantasía en sus libros de cuentos, Las hogueras más altas (1959), Hombre que daba sed (1967), y en sus novelas, País portátil (1968).
  • Más joven que los anteriores es Luis Britto García (1940), que se ha señalado con su novela Vela de armas (1970) y, sobre todo, con un libro de relatos: Rajatabla (1970).

Cronología de la literatura hispanoamericana

  • 1888, Azul Rubén Darío (Nicaragua)
  • 1915, Los de Abajo Mariano Azuela (México)
  • 1922 ,Trilce César Vallejo (Perú)
  • 1926, Don Segundo Sombra Ricardo Güiraldes (Argentina)
  • 1929, Doña Bárbara Rómulo Gallegos (Venezuela)
  • 1929, Los siete Locos Roberto Arlt (Argentina)
  • 1930, La calle del agujero en la media Raúl González Tuñón (Argentina)
  • 1932, Espantapájaros Oliverio Girondo (Argentina)
  • 1934, Huasipungo Jorge Icaza (Ecuador)
  • 1940, La invención de Morel Adolfo Bioy Casares (Argentina)
  • 1944, Ficciones Jorge Luis Borges (Argentina)
  • 1947, Al Filo Del Agua Agustín Yáñez (México)
  • 1948, El Túnel Ernesto Sabato (Argentina)
  • 1949, Hombres de Maíz Miguel Ángel Asturias (Guatemala)
  • 1950, Canto General Pablo Neruda (Chile)
  • 1950, El Laberinto de la Soledad Octavio Paz (México)
  • 1950, La vida breve Juan Carlos Onetti (Uruguay)
  • 1953, Los Pasos Perdidos Alejo Carpentier (Cuba)
  • 1955, Pedro Páramo Juan Rulfo (México)
  • 1959, La Región Mas Transparente Carlos Fuentes (México)
  • 1960, La tregua Mario Benedetti (Uruguay)
  • 1962, La ciudad y los perros Mario Vargas Llosa (Perú)
  • 1963, Rayuela Julio Cortázar (Argentina)
  • 1965, Tres Tristes Tigres Guillermo Cabrera Infante (Cuba)
  • 1966, Paradiso José Lezama Lima (Cuba)
  • 1967, Cien Años de Soledad Gabriel García Márquez (Colombia)
  • 1967, Cambio de Piel Carlos Fuentes (México)
  • 1970, El Obsceno Pájaro de la Noche José Donoso (Chile)
  • 1974, Yo, el Supremo Augusto Roa Bastos (Paraguay)
  • 1978, Maitreya Severo Sarduy (Cuba)
  • 1981, La Guerra del Fin del Mundo Mario Vargas Llosa (Perú)
  • 1985, El Desfile del Amor Sergio Pitol (México)
  • 1988, Escenas de Pudor y Liviandad Carlos Monsiváis (México)
  • 1990, Agosto Rubem Fonseca (Brasil)
  • 1992, Antes que Anochezca Reinaldo Arenas (Cuba)
  • 1993, Jardín: novela lírica Dulce María Loynaz (Cuba)
  • 1995, Maqroll el Gaviero Álvaro Mutis (Colombia)
  • 1998, Los detectives salvajes Roberto Bolaño (Chile)
  • 2001, La reina de América Jorge Majfud (Uruguay)
  • 2002, Ojos, de otro mirar: poemas Homero Aridjis (México)
  • 2003, Melhores poemas João Cabral de Melo Neto (Brasil)
  • 2004, Antologia poética Carlos Drummond de Andrade (Brasil)
  • 2005, Oficio ardiente Juan Gelman (Argentina)
  • 2005, La fábula del tiempo: antología poética José Emilio Pacheco (México)
REFERENCIAS Y BIBLOGRAFÍAS
  1. Historia de la literatura hispanoamericana I / Rogers Lapuente, 2010.
  2. Historia de la literatura hispanoamericana II / Roberto González Echevarría, 2010.
  3. América Latina en la «literatura mundial» / Ignacio M Sánchez Prado, 2006.
  4. Nos tomamos la palabra: antología crítica / Priscilla Gac-Artigas, 2005.
  5. Crítica impura: estudios de literatura y cultura latinoamericanos / Mabel Moraña, 2004.
  6. Reflexiones: ensayos sobre escritoras hispanoamericanas contemporáneas / Priscilla Gac-Artigas, 2002.
  7. Diccionario de escritores hispanoamericanos: del siglo XVI al siglo XX / Aarón Alboukrek, 2002.
  8. Feminismo y escritura femenina en Latinoamérica / Jorgelina Corbatta, 2002.
  9. Un huésped no invitado: la voz tangencial del indio en la literatura hispana / Eduardo Lolo, 2001.
  10. Hacia una crítica cultural Latinoamericana / Patricia D’Allemand, 2001.
  11. Los vertederos de la postmodernidad: literatura, cultura y sociedad en América Latina / Daniel Durante, 2000.
  12. Taller de la escritura: conversaciones, encuentros, entrevistas / Julio Ortega, 2000.
  13. Historia verdadera del realismo mágico / Seymour Menton, 1998.
  14. Historia de la literatura hispanoamericana / José Miguel Oviedo, 1995.
  15. Obra crítica / Julio Cortázar, 1994.
  16. Las literaturas hispánicas: introducción a su estudio / Evelyn Picon Garfield, 1991.
  17. Autor/lector: Huidobro, Borges, Fuentes y Sarduy / Alicia Rivero Potter, 1991
  18. Manual de literatura hispanoamericana / Felipe B Pedraza Jiménez, 1991
  19. Las Vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos / Jorge Schwartz, 1991
  20. La voz y su huella: escritura y conflicto étnico-social en América Latina, 1492-1988 / Martin Lienhard, 1991
  21. Contextos: literatura y sociedad latinoamericanas del siglo XIX / Evelyn Picon Garfield, 1991
  22. Valiente mundo nuevo: épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana / Carlos Fuentes, 1990
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