El diccionario de la lengua española y la mujer

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Haga usted un experimento: busque una palabra no solamente en un diccionario, sino en muchos distintos. Lo que hallará lo sorprenderá.

Yo mismo lo hice hace poco. Le seguí la pista a la palabra mujer, que — no hace falta decir — está sobrecargada de significado. Desarrollé este experimento en orden regresivo, del diccionario más usado en la actualidad al más polvoriento.

Primero fui al Diccionario de la lengua española, que es algo así como un instrumento evangelizador en el mundo hispánico. La edición a la que acudí es de 2001. Dice, entre otras cosas, que mujer es una “persona del sexo femenino”.

Hoy esta definición parecerá sensata a la mayor parte de los usuarios. Se ajusta más o menos a los lineamientos culturales de nuestra sociedad. Pero hay quien se siente incómodo y tengo prueba de ello. Hace unos días se la mostré a un grupo de estudiantes de entre 18 a 22 años. Casi todos estaban inconformes.

Propusieron una definición alternativa: “Persona que por sí misma se identifica con el sexo femenino”. Argumentaron que en el presente entendemos la sexualidad como un atributo biológico y también como una dimensión cultural. Uno no nace mujer sino que se hace o elige serlo. Es decir, el sexo es una construcción social. Las personas transgéneros optan por pertenecer a un sexo u otro.

Esa actitud es muestra de cómo los diccionarios están atrapados irremediablemente en su época. En sus páginas cabe toda la lengua. Vamos a ellos en busca de exactitud. Pero la exactitud de ahora es la inexactitud de mañana. Las expresiones que nos ofrecen son de quienes las hacen y, como anunciaba José Ortega y Gasset, cada uno de nosotros es en sí mismo y en su circunstancia. No es improbable que en la próxima edición del DLE se introduzcan cambios, no importa cuán sutiles sean.

Mi aventura me llevó a otros diccionarios. El Breve diccionario crítico etimológico del español (edición revisada de 1991), de Joan Corominas, dice que mujer viene del latín mulier y da estos derivados: mujercilla, mujerzuela, mujeriego, mujerío, mujerona y mujeruca. La lista da miedo.

María Moliner, una de mis heroínas (por cierto, esta palabra está en vías de extinción) que hasta donde entiendo es la única mujer que por cuenta propia se ha encargado de compilar un diccionario entero (salió en 1962) en castellano, y cuyo interés estaba en los usos que hacemos de las palabras, dice, otra vez entre otras cosas, que ¡Mujer! (Moliner envuelve la palabra entre signos de puntuación) es un “vocativo empleado en exclamaciones en lenguaje familiar, dirigiéndose a niñas o mujeres a las que no se les trata con respeto”. Da varios ejemplos, entre ellos: “¡Mujer… qué cosas dices (ve con más cuidado, … no digas esas cosas, … no quería decir eso, …  Acompáñame a casa)!”.

Moliner empezó a recopilar palabras en la segunda mitad de los cuarenta, un par de décadas antes de la así llamada “segunda ola feminista”. Ya para entonces ella compartía algunos de los manifiestos de esa ola. Su amigo Dámaso Alonso la impulsó a convertir su pasión en un libro que fuera útil a los demás. Ella silenciosamente insertó en sus definiciones un rechazo a las normas aceptadas de su contexto. Lo hizo sin propuestas aparatosas. Así, poco a poco y desde la sombra, es como trabajan los lexicógrafos. Su impacto es enorme porque establece los parámetros del conocimiento.

Hoy el de Moliner se conoce como Diccionario de uso del español. La edición que tengo en mi biblioteca personal ofrece una lista de variantes del empleo de la palabra mujer. Por ejemplo, “mujer de la calle”, “mujer pública”, “mujer fatal”, “mujer objeto” y “de mujer a mujer”. Estas variantes dan muestra de la dosis de subjetividad que inyectamos en la palabra. Reconocer su veracidad es comprobar que hay pocas palabras neutrales.

Seguí luego en mi búsqueda con el Diccionario de autoridades, que fue hecho entre 1726 y 1739. Este lexicón sirvió de base en la redacción del Diccionario de la Lengua Española. El de Autoridades anuncia que muger (hasta el siglo XIX la palabra se escribía con g) “se entiende regularmente a la que está casada con relación al marido”.

Dice que muger de la casa es “la que tiene gobierno y disposición para mandar y ejecutar las cosas que le pertenecen y cuida de su hacienda y familia con mucha exactitud y diligencia”. El mensaje es inconfundible: la mujer es esposa y regente doméstica.

De allí, lo que encontré fue, como decía Cantinflas, “de mal en pior”. El primer diccionario importante en nuestra lengua es el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, que fue auspiciado por el Santo Oficio de la Inquisición y apareció en 1611. Esta es una fecha relevante porque está entre la aparición de la primera y la segunda parte del Quijote, la obra cumbre de la hispanidad renacentista.

Allí hallé un párrafo largo y laberíntico que no alcanza a compactarse. Entre otras cosas — y aunque usted no lo crea — dice que muger es “tormento de la casa, naufragio del hombre, embarazo del sosiego, cautiverio de la vida, daño continuo, disfrazado veneno y mal necesario”.

Más que una definición, la de Covarrubias es un exabrupto misógino. Claro que en su época la actitud general ante las mujeres era la de verlas y tratarlas como seres inferiores. Hacia 1680, unos setenta años después, sor Juana Inés de La Cruz, la monja poeta, escribía en México sobre los “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.

Mi experimento fue a la vez asombroso y revelador. Los diccionarios son depósitos de la memoria colectiva. Un recorrido a través de ellos es un viaje en el tiempo. Sirve para percatarse de que las palabras que usamos a diario son más que meros vocablos. Guardan secretos históricos. Este ir y venir me hizo pensar en la “Oda al diccionario” de Pablo Neruda, acaso uno de los poemas más hermosos que conozco:

Diccionario, no eres tumba, sepulcro, féretro, túmulo, mausoleo, sino preservación, fuego escondido, plantación de rubíes, perpetuidad viviente de la esencia, granero del idioma.

Tomado de: 

Experto teme por el futuro del idioma español en el suroeste de los Estados Unidos

Los acelerados cambios en el uso del español en el suroeste de Estados Unidos podrían llevar a su desaparición en esa región en las próximas décadas, a menos que se fomente la aceptación del bilingüismo, informó el investigador de la Universidad de Colorado en Denver, Devin Jenkins, experto en sociolingüística y en bilingüismo. El estudioso detectó que en el sur de Colorado y en el norte de Nuevo México, un área con alta concentración de descendientes de los primeros habitantes españoles y mexicanos, el uso del español ya no está creciendo, y en su forma “tradicional” está siendo reemplazado por el inglés, lo que es altamente preocupante.

Estados Unidos de América

D. Jenkins ha compilado información durante los últimos 35 años al respecto y considera que en otras áreas de la nación el español también está en auge debido a la llegada de inmigrantes hispanohablantes, especialmente mexicanos. Pero esa situación cambiará en las próximas décadas, cuando la llamada “tercera generación”, es decir, los nietos de los inmigrantes, adopten el inglés, caso no se tomen las medidas pertinentes. “El cambio de idioma en la tercera generación es simplemente el proceso por el cual los nietos de los inmigrantes tienden a ser monolingües en el idioma prevalente en su comunidad y ya no en el idioma que usaban sus antepasados inmigrantes”, explicó Jenkins.

Para ilustrar el caso, en ciertas ciudades de Texas, como San Antonio, Lubbock y en otras áreas de Arizona, Colorado y Nuevo México, menos de uno de cada tres nietos de inmigrantes habla español, comparado con las principales ciudades de California y otras áreas fronterizas de Texas, donde dos de cada tres jóvenes mantiene el idioma de sus abuelos. “La muerte de los idiomas es algo que sucede todo el tiempo en todo el mundo”, afirmó Jenkins, profesor de español y director del Departamento de Idiomas Modernos de la Universidad de Colorado en Denver. “Esos idiomas son el enlace cultural con el pasado. Perderlos es perder una pieza de la cultura propia. Por eso, todo esfuerzo de preservar un idioma es laudable”, indicó.

Esa tarea, en el caso del suroeste del país, incluye analizar por qué se habla o se deja de hablar el español, quién lo usa y qué beneficios genera que los hijos y nietos de los inmigrantes sean bilingües, en vez de que sólo hablen inglés. Según Jenkins, el cambio lingüístico complica los lazos familiares, porque los abuelos ya no pueden comunicarse con sus nietos, y altera las conexiones culturales. “Es muy poco lo que se gana positivamente”, afirmó. “Los que impulsan el uso exclusivo del inglés dicen que las personas que sólo hablan inglés tienen mejores posibilidades de tener éxito. Pero eso no es así. Ser monolingüe reduce las habilidades de una persona, mientras que ser bilingüe no significa que uno sea menos proficiente en inglés”, puntualizó Jenkins.

Desde que era un simple estudiante universitario, Jenkins se sintió “fascinado” por el uso del español en Colorado y en los cinco estados del suroeste de los Estados Unidos. El experto descubrió que los cambios en el uso del idioma son “rápidos y masivos” y que, como consecuencia “se podría llegar a perder el tesoro lingüístico que esta región tiene desde hace 400 años”.

No todo es negativo.

En la década de 1980, hablar español en el suroeste generalmente estaba asociado con ingresos bajos, poca educación formal, trabajos con salarios reducidos, alto desempleo y pobreza. Sin embargo, según el censo de 2010, esta correlación ya no es tan severa como lo era antes. “Cuando uno considera la manera como las escuelas y la comunidad trataban a los hispanoparlantes hace una generación, creo que las cosas se están moviendo en la dirección correcta”, indicó Jenkins. “Eso nos da ánimo, pero todavía queda mucho por mejorar”, agregó.

Según el profesor, el empleo del idioma español seguirá creciendo en el país, pero no en el suroeste, sino en regiones sin una alta concentración de latinos, como el noroeste y en estados como Carolina del Norte, Georgia, Idaho y Tennessee. También, explicó que el debilitamiento de la correlación entre hablar español y factores socioeconómicos negativos debería fomentar la aceptación social del bilingüismo, el cual “debería ser la norma en el suroeste del país”.

Para más información, vea: elnuevoheraldo.com

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500 años de Florida y la influencia hispánica

Hace 500 años Juan Ponce de León llegaba a la Florida (EE.UU), cuando buscaba la Fuente de la Eterna Juventud.

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Juan Ponce de León nació en Santervás de Campos (Valladolid), hacia 1465. No era, por tanto, un chaval, cuando en 1513 descubrió la Florida. Con casi cincuenta años, Juan Ponce de León era un hombre provecto para la época. De ahí quizá su obsesión por hallar la Fuente de la Eterna Juventud, cuyas aguas rejuvenecían a todo aquel que se sumergiera en ellas. Los indios señalaban siempre hacia el norte. Y el aventurero no dudó en equipar tres barcos de su bolsillo y partir en su búsqueda.
Corría marzo de 1513 y Ponce de León, noble y antiguo combatiente en la toma de Granada, había completado con éxito en 1508 la conquista de Puerto Rico. El día 27, el aventurero avistó la primera isla y el 2 de abril pisó tierra firme. Bautizó el lugar como la “Florida”, debido a la vegetación en flor o porque llegó durante la Pascua Florida (tras Semana Santa). Ponce de León exploró los cayos antes de regresar a Cuba. Y aunque volvió una vez más, no encontró rastro alguno de aquella fuente mítica. Murió en La Habana en 1521.
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Mapa de Idiomas Extranjeros – Estados Unidos

Mapa Idiomático de los Estados Unidos

Este mapa muestra la segmentación de los idiomas extranjeros en los EUA (Censo del año 2000). Como se puede ver, el idioma español sobresale de forma impresionante en la gran mayoría de los estados, demostrando la importancia de este idioma en el país más poderoso del mundo. Esto también muestra una forma de ocupación pacífica en medio de un mundo lleno de violencia. Vea el siguiente vídeo:

El español en Estados Unidos